Para aprender, no hay como la propia experiencia o, dicho de otra manera, no hay como cometer errores y sufrir sus consecuencias.
Esta entrada es el relato de un cúmulo de errores sucedido un día de primeros de marzo del año 1999.
Era un domingo y el día era soleado
y ventoso. Aparqué en el Balneario de Panticosa (1636 m.) a las 9 de la mañana. Mi intención era subir a los Picos de
los Infiernos (3082m.) desde el collado de Pondiellos, por la canal sur. Iba solo, como siempre, estaba en muy buena forma física
y tenía el equipamiento que se podía tener hace 15 años, para la actividad que
me había propuesto. Y, como siempre, tampoco en esta ocasión me informé sobre el estado de la ruta. Tenía ya bastante experiencia en montaña, pero, sin
embargo, estaba mal educado en la cultura de la seguridad.
Veremos cuáles fueron las consecuencias y, en una próxima entrada, analizaremos
los porqués.
Comencé a buen paso, consciente de que era
tarde para el recorrido que me había planteado realizar. Subí casi sin descanso al
collado de Pondiellos (2809m.). Tardé cuatro horas. La nieve me llegaba por
encima de las rodillas y el avance en estas circunstancias me resultaba
penosísimo, pero tenía que llegar. Y llegué al
collado de Pondiellos entre las 13 y las 14 horas. Estaba agotado. La última
parte hasta el collado casi estaba impracticable, tenía que empujar la nieve
con las rodillas porque me llegaba hasta la cadera. En el collado hacía una
ventisca muy fuerte. A continuación, como se hacía
tarde, decidí trazar una media ladera por
la cara NO del pico Pondiellos, como había hecho en otras ocasiones, sin nieve.
Para ilustrar el recorrido, he tomado prestadas dos fotos del blog http://angel-aparisi.blogspot.com.es/2011/01/infiernos-corredor-sur.html
ya que no llevaba cámara de fotos.
El caso es que salgo del collado hacia la derecha, por donde van los de la foto, sin
perder altura, y empiezo a caminar. La nieve me llega a
la cintura (120 cm.). La pendiente tiene una inclinación algo superior a los 30º. De repente, a
mitad de la pala, escucho un siseo y veo cómo “la montaña se va hacia arriba”. ¡No!, ¡Soy yo el que se va hacia abajo!...con la pala. Una fuerza descomunal me arrastra
hacia abajo. Es imposible hacer nada, mas que intentar respirar y bracear a
duras penas. El peso que me arrastra casi no me permite ni moverme. En un
primer momento, me parece que me va a partir en dos. La cabeza empieza a funcionar
a toda velocidad. Pienso en muchísmas cosas. Tengo mucho miedo. En ese momento
no sabes qué va a pasar a continuación, se te pasa por la cabeza que puedas quedarte enterrado...nadie daría la voz de alarma. Empiezo a ir
mas despacio. La sensación que tengo es que la nieve que venía detrás de mí
empieza a adelantarme por encima de mi espalda…estoy boca abajo y con la cabeza pendiente abajo. Braceo y braceo intentando
empujar por debajo de mi cuerpo la nieve que me sobrepasa por la espalda y los hombros. ¿Cuánto va a durar esto? Al final me
paro. Estoy muy asustado y confuso, sigo quitándome nieve de la cabeza…estoy
enterrado, pero solo hasta los hombros. Puff... El corazón me va a 100, estoy
agotado. No ha debido durar mas de 10 segundos, pero me han parecido minutos. No
me puedo ni mover. Cuando me he parado ha sido como que la nieve me ha
aprisionado. Cuando me recupero un poco me miro a mi brazo derecho. Mi piolet
sigue allí, sujeto a mi muñeca por la dragonera. Ha debido de estar pasándome a
centímetros de la cabeza en los braceos…ni me he enterado. Poco a poco consigo
desenterrarme. No puedo ni con mi alma. Decido dar media vuelta.
Llego al
collado de Pondiellos. Me miro la bajada hacia el balneario. Ya sabía que esa pala es muy propensa a los aludes.
¿Cómo no me lo he planteado cuando subía por ella hacia el collado? Ahora tengo
que bajar por ahí…empiezo a bajar en línea recta, hundiéndome hasta la cintura.
“Como me pille otro alud aquí, no lo cuento”. No ocurrió. Bajé hasta el balneario
y me fui a tomarme un café caliente al Casino.
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